jueves, 18 de junio de 2009

YO PIDO LA PALABRA


Yo pido la palabra.
Sí, yo pido la palabra y el abrigo.
Yo pido la palabra, porque,
si me quedase sordo y tuviese amparo,
igual tendría la palabra
por el puente tendido en los labios de otros,
como un beso vital en mi conciencia.
Y si después de esto
yo me quedase ciego para siempre,
ya tendría la palabra y la visión sutil del universo.
Y si incluso, también quedase mudo,
ya tendría la palabra encerrada en mi plexo
y entre manos,
la caricia posible que habla desde el gesto.

Cuando me muera, entonces,
o me quede sin piernas y sin brazos,
con la boca cerrada y sin los ojos,
quedará en la memoria mi palabra,
repartida en los pechos y en el viento.

LUCIANO ORTEGA

DE PAN Y SILBO


Era triste el poeta en su porfía,
el pan no compartido le dolía

-el amasado pan mañana tras mañana-.

El tenía en la mesa un pan completo
y la impotencia
de un hambre planetario
y absurdo.

Pero un día comprendió su poderío:
transformar su propio pan en silbo.

LUCIANO ORTEGA

A NOSOTROS LOS POETAS


A nosotros los poetas nos duelen los fantasmas; podemos, por ejemplo, percibir cuando un beso se quiebra, que al igual que un cristalito es imposible restaurar.
Somos osados y trémulos, vulnerables por las cuatro costillas, y, tan sólo, enfrentamos el mundo con biromes y teclas, o un abrazo incendiado de palomas y silbos. Tímidos hasta el tuétano intentamos la lucha cotidiana en fábricas y patios, en alcobas y puentes, en aulas y pasillos, apenas sostenidos por la sombra de un pelo.
Desde niños lloramos por todos los rincones, con lágrimas tensas y pesadas, porque el día nos acuchilla el cuerpo y el corazón nos late a contrapecho, a contramarcha, destemplado de sístoles y diástoles, porque el mundo nos cuesta y conmociona, y no nos gusta el hambre ni la tosca navaja, ni el ominoso espanto ausente de caricias.
También, solemos despabilar la risa en los inviernos y cubrirla de leños y porfías, teñirla con asombros y quimeras, con escotes y bailes, con brumas y ventanas, con dudas y sospechas, con poros en la espalda y hendijas en el muro.
Valoramos el hueco de una taza, a la noche en toda su extensión y, a veces, hasta nos morimos de viejos o de pena.
No estamos aptos para la guerra ni para ser funcionarios municipales, somos sospechosos de todo cargo y toda duda, siempre nos cabe la duda y un lugarcito para lo imposible, para la intemperie y para las cornisas.
A cada rato nos acecha un abismo y un fuelle nos respira salvándonos del pánico, del dogo y las promesas.
A nosotros los poetas, segundo tras segundo, la vida nos lastima -al igual que la muerte- pero nunca nunca nos pasará de largo.

LUCIANO ORTEGA

COMO LAS FLORES


Yo se que moriré como las flores
y como ellas mi perfume doy,
un perfume de hoy que se evapora

-que será noche,
aunque en el ya sea la aurora-

Por eso vivo a pleno
este segundo ahora,

sin esperar mañanas ni venturas,
ni otras vidas allende el cielo.

Yo vivo aquí pegado al suelo,
raíz de silbo y pies errantes,
cada momento,
piel tajante;

instante por instante,
hasta el último aliento que me quede.

LUCIANO ORTEGA

OJALÁ


Ojalá en mi canto
no haya la arrogancia.

Ojalá en mi canto
tan sólo la sustancia

-el orgullo de ser con el ombligo,
tan sólo con la piel y el sueño-

Sólo asentir el día con toda la retina
y con la sangre entera,
con el ahora puesto palmo a palmo

-y simplemente con el abrazo y tu mirada-

arriesgando en el vientre el hijo nuestro,
caminando de a dos por el segundo.

Ojalá,
y lo digo con firmeza,

mi canto siga siendo
sólo el simple reflejo
de aquello en lo que habito.

LUCIANO ORTEGA

HAY UN HUECO EN EL HUECO


Hay cajones oscuros repletos de poemas
que nunca nadie leerá jamás.

Hay bocas no besadas
y abrazos fusilados sin nacer.

Hay valijas que no viajan,
semillas sin tierra,
sed sin agua
y agua sin sed.

Hay camas vacías,
vacíos con cama,
camas de a uno sin dos,
camas de a dos y abismos,
y dos
sin un colchón siquiera.

Hay intentos no intentados ni tanteos.

Hay ausencias sin la nada ni el todo,
un rostro sin espejo
y un espejo sin rostro;

un paso sin camino
y una gota en el mar
que se ha perdido.

LUCIANO ORTEGA

REPARTIDO EN ORILLAS


Repartido en orillas y porfías
dios insinúa su ansia de ligarse,
de encarnarse y volverse la sangre necesaria.

Es mentira que dios no tiene sexo,
como es mentira también el que haya muerto.

Es posible que aun no haya nacido
y que nunca lo logremos parir.

Sin embargo
hay quienes lo atisban en la bruma,
hay quienes lo han fumado
y en el humo lo miran asomarse,
hay quienes lo han tocado y olvidado,
hay quienes lo han soñado y avisoran.

Él pugna por olerse entre nosotros
y hasta quizás lo oímos en sordina.

El diablo en su sordera lo desplaza
y habilita demonios tenebrosos
que abortan el intento y lo deshacen.

Pero dios nos espera,
siempre espera sin los brazos cruzados
y el pecho disponible.

El ojo de mi gata y el misterio
son testigos fugaces de ese anhelo.

LUCIANO ORTEGA

HOY ME DIGO AL ESPEJO


Puede que el día te de un puntazo en la espalda,
pude que te devuelva billeteras perdidas.

Es posible que acaso te tuerza los espejos
o te dibuje un rostro como el arroyo quieto.

Un día como este tal vez te nazca el hijo
o se muera en la esquina un sueño acariciado,
ese tozudo anhelo que llevabas al hombro.

La humanidad entera es lo que es y avanza,
con sus dioses a cuestas,
con miedos y porfías,
con ese su destino de campear el instante,
atinando a la muerte o a promover la vida,
intentando en los siglos pararse en sus dos piernas,
pararse entre cadáveres y besos conquistados,
pararse con el canto brotado entre rendijas
y que se eleva al viento,
apuntando a la estrella.

(Un canto que se hunde con su raíz al piso
y baila en tu cintura,
sorteando las polillas y el oxido del tiempo)

Lo cierto es que este día que toca es todo tuyo,
más allá de la suerte que corra en la baraja.

LUCIANO ORTEGA

SOMOS PLANETA


Somos planeta que se sueña,
La parte de la tierra que camina y respira,
materia que se piensa a si misma,

que gira bajo el sol,
que siembra y que cosecha a trece lunas llenas,
que deshace en las noches su cansancio
remendando vigilias y quimeras.

Somos conciencia que transita,
que ha imitado del pájaro su vuelo,
de la raíz su intento de quedarse,

que se ata al destino con su ombligo de humo,
que insiste en cada hijo
con gritos de penumbra y de ceguera,

que ensueña amaneceres
con gallos y porfías.

que sabe entre tinieblas
que a pesar del espanto y de la dicha,
del asombro y la queja,

habrá de partir como las sombras

y otra vez ser el polvo,
igual que las estrellas.

LUCIANO ORTEGA

EL RELOJERO


El relojero no detiene el tiempo,
él es parte del tiempo que persigue,
lo encasilla en sus redes de segundos,
le pone un redondel de noria,
de engranajes y encrucijadas.

Encadena la siembra y las porfías,
señala las cosechas y el agobio,
cuenta uno por uno los abortos y partos.

Se obsesiona en atrapar la nube.
frunce el ceño en el intento.

Y sólo logra -ineluctablemente-
cronometrar la arruga rumbo al polvo.

LUCIANO ORTEGA

miércoles, 17 de junio de 2009

COSA DE NIÑOS


Qué el niño renazca mientras el cuerpo dure,
qué sus ensueños no dejen de embriagar,
qué no haya apuro
-que nada vale la pena el paso urgente-

Qué apenas sea el juego
después de tanta senda,
de tanto ceño augusto
y compromiso.

Lo eterno está en el ocio,
en la cuerda que viaja en la madera
-la nota detenida en pleno movimiento-

La obsesión no está en lo efímero,
la ineluctable arruga de la parca,
sino en el niño ausente que nadie resucita,
que no comprende el pánico
de perseguir segundos,
que acelera la vida y la desbanda.

La lluvia se detiene y la mañana avanza,
de la boca del disco renace la guitarra,
el músico no ha muerto,
se ha quedado en el canto,
en su pena perenne,
en su silbo lejano,
en este hueso mío que ha vuelto del naufragio,

Insiste la guitarra
y yo dejo que caiga aquí en mi pecho,
que la voz del flamenco me envuelva la retina,
me emborrache la sangre.

Y bailo con mi sombra
apretado en el tiempo.

Desde el cuadrante llama
el relojero terco,
pero una nota leve
me devuelve a la fuga,

y yo desaparezco
con palmas y gitanos.

LUCIANO ORTEGA

¿QUÉ SABEN?


¿Qué saben de mis quimeras
esas nubes que se arrastran,
y qué mis bolsillos rotos
sin una nota gastada?

Caramelero del sueño
que te quedaste en la infancia

¿Qué sabes de mis poemas
o de mis pasos que avanzan,
de la timidez del día,
de la muerte agazapada,
del aguacero completo
y de mis sábanas blancas?

LUCIANO ORTEGA

CON APENAS LO PUESTO


Yo habito mi sendero
-apenas un pasillo-
y se del laberinto y del redondo cerco.

Sin embargo camino por esta cuerda floja
disfrutando este apenas andar en equilibrio,
con el abismo abajo
y la raíz al silbo.

Yo se de mis enojos
-del fuelle en el rezongo-;
pero se de esta danza
que intento en las esquinas.

Por eso
esta insistencia en medio del relincho,
por eso es el repecho con apenas lo puesto,
con el desnudo hueso
y mi pecho en el día.

Yo hurgo en el espejo el rostro de mi rostro,
la fuerza de la tierra que reclama mi ombligo,
este cosmos de adentro,
esta mirada mía que viene desde el útero,
que ha mamado la herida
y ha tajeado la huella de caminar su fuego,
que ha trizado su rumbo y ha conocido el cepo,
la vida en el racimo
y la piedra en la cara como un castigo terco.

Apenas soy mi sombra
-esta que hacen mis huesos-,
este viento en el rostro,
este olfato con lengua,
esta nariz con diente
que mastica el aroma
y se funde en el riesgo.

Apenas soy un silbo,
un tumbo en la vereda,
una suela gastada caminando en la siesta.

Soy sólo este que habito,
este que se resiste y sigue vivo,
este canto sin piso,
esta urgencia en las calles,
este tango sin fuelle
y este poema abierto que sigo persiguiendo.

Apenas soy la sangre
que hoy me toca y que pueblo,
esta ciudad tan terca
con su espalda y cemento,
que no me da guarida,
que no abriga a sus hijos;
pero que está en mi tiempo
y con él yo la piso.
la siento en mis zapatos,
en el hosco semáforo con rojo en la calzada,
en cada madrugada que despierta conmigo.

Yo se que apenas tengo
la desnudez que incendio,
el fuego hasta que agote la vela de mi trino

-que un día como a todos
me albergará la muerte-

que soy desde lo anónimo
un grito en la intemperie,
una hoja en la tarde
que arrastra la tormenta.

Y en medio de este loco enredo de segundos
siento latir mis venas,
golpear mi corazón
-tajo y sendero-

y que soy ciudadano
del día que se escapa;

y que se va conmigo,
surcándome de arrugas
hasta volverme polvo.

LUCIANO ORTEGA

martes, 16 de junio de 2009

ME CANSÉ DE CANSARME


Me cansé del político y del portero,
me cansé del puntero,
de no probar puntería -la mía-,
de la hipocresía,
de las buenas costumbres
y de las instituciones,
de las asociaciones
y de las represiones,
del superello y del subconsciente.

Me cansé de Freud y los floreros,
de las floristas vírgenes,
de la vidriera y las ofertas.

Me cansé de la retreta del desierto
y del desierto paisaje del pasillo.

Me cansé del mostrador y la balanza,
de las alianzas y las trenzas.

No me cansé de tus trenzas,
ni mucho menos de tu desnudez.

No me cansé de tu abrigo y tu jardín
(perdón, nuestro jardín)
ni del violín auténtico que suena,
ni de arrugar las sábanas,
ni humedecerte toda.

No me cansé de seguir buscándonos,
ni me cansé del arado,
ni del horno,
ni de la mesa,
ni del pan,
ni el vino.

No me cansé de la vida
que obstinadamente reaparece en las rendijas,
en los trizados recovecos,
en los recodos
y hasta en los colectivos.

No me cansé de vivir,
me cansé de morir y arrodillarme,
de saludar fantasmas y fantoches,
de vivir con reproches y rezongos,
de hacerme el haraquiri,
de psicoanalizarme,
de confesarme,
de fastidiarte.

Sólo quiero quererte y que me quieras,
que nos amemos con el día,
que nos amemos por las noches,
que hagamos el amor a plena siesta,
que ya no haya promesas ni contratos,
que todo sea fiesta y desafío,
con el tino feroz de estar viviendo.

Porque la vida es de aquí
-aquí en la tierra-
me cansé de rifarla,
de no vivirla, de aniquilarla,
de no despilfarrar cada segundo,
de matarla con todos contra todos.

Me cansé de cansarme,
de ya no soportarme,
de esconderme,
de mentirme,
de negarme,
de no amarme,
de resignarme,
de estafarme.

Por eso salgo nuevamente al día,
para vivir mi día,
el de hoy a tu lado
-por ahora-
y quizás para siempre.

LUCIANO ORTEGA

lunes, 15 de junio de 2009

MONEDEROS DE SANGRE


Los corazones ruedan por monedas.

El mundo tiene un hondo monedero
que se traga la sangre con sus nervios.

Oro ciego sin flores,
compra-venta,
parcela y alambrados con sus costas.

¿Qué vale nuestra risa?
La tristeza.
¿Cuánto vale la tristeza?

¿Quién vende mis caricias por las calles?
¿Alguien compra acaso nuestro silbo?

Mercaderes de silbo, mercaderes:
¿Por qué llevan mis gritos a la feria?

Hay latidos ausentes que se caen,
que retumban abajo como un bombo.

¿Cuánto vale ese bombo que golpea,
esa cadena atroz que se retuerce?

¿Quien cotiza los muertos y los partos
para hacer de la vida un monedero?

LUCIANO ORTEGA

domingo, 14 de junio de 2009

CREO Y DESCREO


Creo en la minga y en la mística.

Descreo de las propagandas
y de los discursos oficiales.

Creo en vos y en mí
y en nuestras contradicciones
creo.

Creo en vos y tus viseras,
en mí y mis conflictos,
en mis costados y mi sombra,
en mis idas y vueltas
y en la vuelta fugaz de nuestro riesgo
-brazo con brazo y su fervor-

En vos creo,

en tu risa cotidiana,
en tus manos tocando mis quimeras,
en tu cuerpo desnudo con la luna
y la cama rodando con las noches.

Creo y descreo,

con la fe pegada en las costillas,
con la astilla del árbol que plantamos,
con la semilla al vuelo.

En vos creo

y la cocina arando
y la ropa tendiendo,
por la valija estando
y con tu trenza abierta en el taller del silbo.

Descreo de las formas
y de los noticieros.

Creo en la piel de cada uno siendo.

En la rodilla creo;

y creo en la pantorrilla
que insinúa el erótico gesto de tu vuelo.

En el baile creo,
en el hondo grito y la mañana errante.

Ya no creo
en la promesa puesta a plazo fijo.

Sólo creo en los hijos que parimos,
en lo que somos y desde lo que fuimos
creo,

en la siesta que hacemos
y en el instante que inventamos.

Creo en el tú y el yo,
que como dijo el aborigen:

"Que yo soy tú
y tú eres yo
y todos somos lo mismo".

Es decir que yo soy vos
y vos y el hijos
somos yo.

Que somos creo
y que vale la pena seguir insistiendo.

Porque somos la tierra
y no la compra-venta,
la parte de la tierra somos,
la que nos toca ser con el ombligo,
la que se ata al espejo con su rostro.

Y como también dijera el aborigen:
"Bajo la cruz del sur y su destino",

en arriba y abajo,
en el aquí y la sangre,
en la fuerza que somos
y con la PACHAMAMA.

Sí -decididamente-
creo en el vos y el mí,
en el poder que danza y el nosotros.

En el silencio creo.

Y ya no digo nada,
sólo me aprieto a todo
y me siento fluir en ese abrazo.

LUCIANO ORTEGA

sábado, 13 de junio de 2009

SI SE ME CAE UN DIENTE


Si se me cae un diente, un pelo,
o un beso y se hace añicos en el suelo del tiempo,
si la arruga me crece
y hay cicatrices lentas que conforman mis mapas,
apenas me sostengo en mi propia retina
cargadita de huellas y misterios.

Yo no pretendo un bloque,
ni sólidas consignas para armarme un espejo;

quiero cerrar los ojos y mirarme por dentro
con poros en el tímpano,
con trizadas señales
y hendijas con orillas.

Sospecho que el camino es hondo
y a pesar de la duda con la que bailo a tientas,
he logrado nombrar a un dios agujereado,
tan trémulo y difuso como mis propios huesos;

con él ando a los tumbos,
festejando este ciclo en el que toca el día;
con él habré de irme por la lluvia y la tarde,

sólo será un perfume
y un canto boca a boca.

LUCIANO ORTEGA

A PLENO LABERINTO


No lloro por mi mismo.

Lloro por la quimera,
por el beso extraviado en la contienda.

Me ha rodeado la muerte en una esquina
y me extirpa el oxigeno con su lengua de hielo.

La llama de una vela
se esconde entre mis huesos
y aun mi sangre protege ese tesoro
-una simple llamita en la tiniebla-

El laberinto es largo y es angosto
y queda mucho trecho en los pasillos.

Adelante o atrás,
¿cual es la senda?,
¿qué espejo es verdadero
y cuál mi rostro?

Con quienes caminaba arriaron sus banderas
y buitres ponzoñosos
me apuntan hacia el pecho.

Mi llama está cercada
y aun me pertenece.

¿Cómo será el camino si se apaga?

La tiniebla sin ojos es oscura
y con ojos también,
pero hay retina.

De pronto un reflector
me pega en el cerebro
y encandila mi esperma cegándole su fuego.

¿Cómo vendrá la cosa?

No puedo descifrarlo,
sólo se que hay un círculo
en donde giro y giro...

LUCIANO ORTEGA

RESUCITANDO


Yo no me muero no,
porque hay un canto adentro de mis huesos.

Yo ya he sido parido por los vientos.

Tengo un cántaro abierto repleto de semillas
y el fuego de mi sangre
me protege en la herida,
la cicatriz de barro me hace pisar el piso
y hundirme en las raíces
hasta engendrar la entraña.

Por eso
en este hueco que habito con la tarde
festejo la porfía de transpirarme adentro,
de sacar a la vida el grito que me ahoga,
de abrir los parietales con oreja y racimo,
de buscarme un espacio para danzar mi lluvia,
para empapar la noche,
para abrazar tu cuerpo intenso en recovecos,
para hundirme en tu vientre
y estallar en océano.

Yo empollo con mi gesto la lumbre y la mañana
y entre tus piernas busco el nido de mis besos.

El ala de mi pecho y el ala de tus senos
amamantan un vuelo a parir con el tiempo.

Yo busco en tu cintura la sangre de mi cántaro,
un tajo que penetre al fondo del cuchillo,
un rito en el silencio que me salve del pánico,
que me enrede en los hijos,
que vuelva a rescatarme en tu lengua de fuego.

Yo busco ser mi cuerpo adentro de tu cuerpo,
ser una misma sombra en medio del incendio.

Yo busco ser rodilla en tu rodilla,
ser baile en el asombro,
ser un giro completo
que me convierta en riesgo,
que me pierda en tus labios y así nos resucite,
nos reintegre a lo vivo.

Y aunque nos acribillen en una esquina tensa,
seremos lo vivido y el eco de los vientos.

LUCIANO ORTEGA

DESDE EL PATIO


Cuando me duele el alma
y me hacen una herida,
al mundo se la hacen.

Cuando matan mi silbo a plena madrugada,
asesinan el silbo del planeta.

Cada vez que mutilan a un niño en la vereda,
es a mi que me trizan y me tuercen el ánimo.

Con cada desamparo me despueblan
y abortan el ombligo en baldíos sin madre.

Soy huérfano asolado en la cuna sin casa,
en las cárceles tiesas,
en el loquero tenso con paredes roídas.

Por eso es que entre llagas
vuelvo a salir al patio,
a buscar en el baile una guitarra abierta,
una cuerda a los vientos,
tu boca con el beso
y los hijos jugando.

Porque vale la pena este parto chiquito,
este paso contiguo,
este apenas nosotros apostando al abrigo,
defendiendo la sombra que hacemos en el piso.

Porque me duele el mundo
y también la rodilla,
y porque soy dichoso
con el hombro y el pecho.

Hoy levanto lo propio
y custodio mi risa,
con lágrimas y vísceras;

y salgo al nuevo día
con redondez de vientre.

LUCIANO ORTEGA

MIENTRAS DUERMES Y ESCRIBO


No puedo descifrar
el por qué de la bruma y la distancia,
su riesgo permanente
y el beso no parido aquí en el cuerpo.

Pero se que tu duermes
en la cama de a dos que construimos
y que junto a la tarde
se desgasta entre sombras su madero,
que el sol sigue en lo alto,
arriba de las nubes,
más allá de montañas y de lunas.

Pero aquí en la vereda el tiempo crea arrugas,
pone mustias las flores
y juega en la semilla a parir nuevos ritos.

Nuestro gato maúlla sin perturbar tu sueño.

Habrás de despertarte
y yo por la cocina intentaré un café.

De todos modos
no bastará el posillo para volverse eternos.

¿Quién habrá de partir,
el tiempo o nuestro cuerpo?

No es posible en la foto quedarse detenidos,
a pesar de los gestos
y algún rasgo fugaz como grafiti.

Pero igual este rito de escribir mis porfías
y tu sueño en la pieza,
no deja de apretarnos el ombligo
y abrirnos a la fiesta del instante.

No se por qué yo escribo,
ni por qué tu descanso,
ni por qué despertarse del hechizo.

Pero el pájaro trina
en el árbol de enfrente
y el gato sigue errando
por el patio y la tarde.

LUCIANO ORTEGA

COMO RECIÉN NACIDOS


Yo no se si estaremos
despojados y abiertos como el silbo,
si habremos de parir
sin que el mar se trague nuestros besos.

La noche
aun es tensa como puma en la niebla
y hay voces de sabuesos
olisqueando la espalda.

El hilo es muy sutil
y tal vez se nos quiebre,
y el rincón de la ausencia
nos ahorque el aliento.

Hay brechas y tijeras
y segundos que caen como lluvia en la tarde.

Habrá que detenernos un instante
y tocarnos la sangre
y aquietarnos el alma
y mirar para adentro como recién nacidos.

Habrá que comprendernos
-protegernos la sombra-
e intentar la mañana

-la que brinda el ahora,
y por ahora-

y remendar rodillas y camisas,
limpiar el porvenir enlutecido,
las cosquillas del patio y el ropero;
y seguir caminando por los pies y los días.

Tal vez la dura noche se coma nuestro intento,
o tal vez nosotros nos comamos el gesto,
o quizás se alimente nuestra piel de infinito.

Tan sólo es lo que es
y nosotros y el todo,
y en el todo la nada
jugando con sus ecos.

Es así de porosa la vida que transita.

Habrá que continuar este sendero
aceptando el latido que acontece.

Porque la vida misma no es respuesta,
sino una gran pregunta
abierta aquí en el tiempo.

LUCIANO ORTEGA

A LO LARGO DEL TIEMPO


A lo largo de los años habrá de sucederte alguna vez un grano, una duda, un espejo, el estrés de una vaca, la muerte de tu perra, el descrédito.
Habrá de sucederte a cada paso, te sucedió, te sucede el instante, un ladrido a la luna, la espera, un hechizo, una pena, el lomo de tu gato, un dolor repentino, la desesperación, el examen, un ronquido, la vigilia, el insomnio, el ensueño, algunos desengaños, la risa y la osadía, el repudio, una puta, un puto, una puteada, un escándalo, el sol, una teta con su pezón lechoso, los pájaros, el lobo agazapado, un diploma, una fuga, un corral con el agua hasta el pecho, el olor de la menta, las mentas y la estafa, una escupida que caerá del cielo, el callejón sin salida, la lluvia, el llanto, la falta de un tornillo, una carga que sobra, la zozobra, el espasmo, la tos y el estornudo, una hamaca, los patios, el orgasmo y muchas abstinencias, el beso, el bofetón, los desengaños, el páramo, la meta, un pozo, una posada, la cortada de rostro, las echadas en cara, tu cara en el azogue y la soga en el cuello, la compra de un buzón, las culpas y las ramblas, la pérdida de un punto, el encuentro del pánico, un abrazo, los palos en la rueda, la ronda y los enredos, un aula, los velorios, el salto de la cerca, los cercos, el andén, las celdas y los puertos, la intemperie, las rejas, una balsa, la patada en el culo, los bozales, las cárceles internas, la fisura en el tórax, la hendija, el destiempo, lo fugaz, la fogata, la rodilla, las fugas, una aguada, el recodo, los codos, el recreo, una lucha feroz espalda con espalda, el desempleo, las cumplidas de horario, el desamparo, la soledad pasmosa y el absurdo, los parques, el semáforo en rojo, la luz verde, la delación, las colas, el hall de un hospital y los quirófanos, un desierto, un prostíbulo, las moscas, los platos compartidos, el hambre, la tristeza, el humor, la mala sangre, la sobada de lomo, la mala leche y el arroz con pollo, las chupadas de media, el nudo en el ombligo, la movida de piso, el aplauso, el silbido, un pequeño milagro, una tregua, un puente, la terapia intensiva y alguna maravilla.
Habrá de sucederte, ineluctablemente, la vida con la muerte.

LUCIANO ORTEGA

ABRIL DEL 76


Antes de llegar lo se.

Gracias por tu hospedaje,
por la cama caliente,
por el trozo de pan,
por el mimo en la espalda.

Debo irme o te irás,
todo tiene un ciclo
-también yo-

No puedo hacer un nido
donde no entre el tiempo.

No puedo llevarte de la mano
por una calle azul.

Estoy gritando en un infierno sordo.

La lluvia sigue mojando nuestro rostro,
somos cómplices del día,
los árboles aún brotan
y eso es bueno.

No quiero que mi hijo
nazca en la probeta de un siglo
sin pasto ni caballo.

No quiero nichos para dormir la muerte,
vivir para ser un número cualquiera
que justifique la foto.

¿Soy acaso una existencia
apuntada a boca de fusil quemante,
bajo las órdenes de uno que está más triste que yo,
que eligió de ex profeso ser el guardián de una cárcel
que él también habita,
con gris en las pupilas,
con lágrimas secas,
porque está prohibido llorar,
comer duraznos priscos,
respirar muy fuerte?

¿A dónde estás?
¿Por qué te esconden el pelo?

No tengo para darte un mundo
sin cadenas ni llaves,
pero aún tienes sangre,
aún no pueden secarme la saliva.

Si viene el guardia
no digas nada.

Aún no has muerto,
ni yo tampoco.

LUCIANO ORTEGA

A TIEMPO


Vuelvo a mi mocasín adolescente,
a mi cama de a uno,
a la mesa compartida,
a la ropa sin ropero,
al viaje sin rumbo fijo,
a la poesía por todos los costados,
a la sarta de locos
y embriagueces,
a los amaneceres destilados,
a largas correrías por el silbo,
a un espejo sin vueltas
cara a cara.

Lo traigo hasta el ahora
sin concesión alguna,
a enfrentar esta muerte de palomas,
esta cerca plomiza y despiadada,
este cáncer feroz que roe todo,
esta mano trizada,
este pecho cortado a cielo abierto,
este viejo vampiro
que se come las vísceras.

Y me paro en mi sombra
con mi paso presente,
a poblar mis futuros
con todos mis pasados.

LUCIANO ORTEGA

LAS BUENAS COSTUMBRES


Un día
nos arrancaron los ojos,
otro
nos extirparon las orejas;
luego,
nos comieron el hígado,
después las vísceras;

y por último
nuestro único corazón.

Y cierto día, incluso,
nosotros mismos
nos arrancamos la lengua de la boca
y se la ofrecimos en bandeja;

ya que esto formaba parte
de las buenas costumbres de la época.

LUCIANO ORTEGA

A LAS PUERTAS DEL 2000


He visto al cuchillo
cortando la carótida del prójimo,
a pantallas letales premiando la miseria,
a feroces mandíbulas
tikando las cajeras de los supermercados,

a los cristos caerse de las cruces
y a la vergüenza huir despavorida,

a niños sin orejas nacidos de probetas,
a vírgenes histéricas salvándose del sida,

a economistas ciegos
ametrallando al silbo,
fusilando al abrazo,
apuntando a los ojos con tarjetas de pánico,

a un cielo acribillado de satélite y plástico.

Y ante tanto teclado
y desamparo óseo,
la sombra de lo humano
custodiando una vela.

LUCIANO ORTEGA

SI ASESINO AL ASESINO


Si asesino
al asesino que asesinó mi silbo,
dejaré de silbar para matarlo.

Aun más,
si logro concretarlo,
habrá un nuevo asesino
que intentará extirpar
mi silbo resucitado.

Y si consigo todavía
matar a este asesino,
habrán otros y otros,
porfiados en el gesto
de mutilar mi rito.

Por eso es que no acepto
el fusil que me ofreces.

Yo prefiero ir silbando
sin armas por la vida.

LUCIANO ORTEGA

HOY MI LUNA ESTÁ CARGADA


Hoy mi luna está cargada de gatillos,
habrá que dispararla a pleno pecho,
a pura boca.

Mi luna es un gatillo con besos y porfías.

La llenaron de pólvora hasta la coronilla,
cuesta pisarla entonces,
hay minas a explotar diseminadas.
Pero a pesar de todo, yo insisto con mi boca.

No hay una bala en boca sino un beso,
un hueso a disparar hasta el abrazo.

¿Quién alambró mi luna
y la cargó de dientes con feroces mandíbulas?

No es un fortín mi luna,
sin embargo hay fusiles y cañones,
tenebrosos y tensos como pumas fantasmas.

Y ahora mi pregunta:
¿Qué guerra ganaremos con la pólvora,
acechando con palos las cabezas?

No habrá risa posible fuera del baile abierto,
del corazón al cielo con lluvias y utopías.

Esa será entonces mi quimera,
remendada, cosida a retazos,
cocinada en el horno de ciertos precipicios,
a penas por un pelo y los abismos.

Una pluma tan sólo desde mi luna intento,
aunque explote en mi mano el cargamento.

LUCIANO ORTEGA

GUERRA ANÓNIMA


Hay una guerra anónima conmigo,
sin tanques ni misiles,
sin guardias aparentes coartando mi saliva.

No hay alambres visibles,
ni cables, ni cadenas,
ni desaparecidos,
ni gendarmes pidiendo pasaporte.

Sin embargo la guerra ha comenzado
-no ahora exactamente-
hace un tiempo a esta parte que lo noto,
que percibo el despojo solapado,
la derrota inminente,
el desmoronamiento de mi trinchera interna;
mas todo está aceitado como si nada sucediera.

Simplemente no hay camino en mis pies,
me han roto los espejos
y bloqueado los puentes.

Sólo el piso me falta,
sólo eso,
el punto en que me apoyo,
los abrigos.

el otro me han quitado
-el otro en complemento-

Me han saqueado el micrófono y el patio,
la tabla de la escena,
el rincón de mi grito en remolino,
el aula y el discípulo,

y casi logran matarme adentro mío.

Pero aun yo resisto en mi quimera
y sigo relinchando entre mis sueños,
en la vigilia silbo y mis atajos,
sin público y conmigo,
pariendo entre las rocas y el cemento.

Estoy en guerra
y sin embargo bailo.

Esta batalla mía
-sin aliado aparente-
está rodeada de aislamiento aislado;
pero sospecho,
en la médula misma de la contienda,
que aunque todos nos comamos entre todos,
esto que está pasando aquí conmigo,
le pasa a mi vecino y mi pariente.

Y ante estos sucesos se me ocurre
tan sólo deshilvanar un canto
e hilvanarme en la risa codo a codo.

Sin descuidarme, claro;
estamos,
estoy en guerra,
una batalla atroz
que pareciera agarrárselas conmigo.

Pero a mi no me engañan;
la cosa es con nosotros.

LUCIANAO ORTEGA

POR ELLA LA ESPERANZA


Por ella la esperanza
es que intento rincones para el parto,
ofreciendo la gota de mi lágrima,
mis huesos y mi esperma,
mi grito a la intemperie;
arriesgando mi techo y mi relincho,
abriendo trizaduras y rendijas
en medio de la noche.

Por ella la esperanza
-es que persisto-
que empiezo a construirla desde el pozo,
desde la derrota y la quimera,
sin falsearme los ojos
ni inventarme la trampa
-aceptando el recodo en que me toca el canto-
desde el límite mismo y los barrotes,
desde el cerrojo y el bozal,
desde el campo minado y obstruido,
con el cuerpo desnudo y lastimado,
con la herida en el plexo y hasta el tajo,
con cada cicatriz de lo vivido.

Por ella la esperanza,
sin esperar ya más
salgo a su encuentro.

LUCIANO ORTEGA

ELLAS ESTÁN ALLÍ


Las musas acompañan este baile que habito.

Me amparan entre brumas y porfías,
y siguen al acecho aunque me caiga,
aunque me pierda,
aunque me tricen los espejos
y haya un golpe bien seco aquí en la nuca,
o mezquinen rincones para el canto en mi silbo.

Ellas están allí
protegiendo en la espera,
danzando en su silencio y con su abrigo,
resucitándome entre asombros y pánicos.

Ellas están allí
besándome en la boca.

Y aunque
se desvanezcan en cada pesadilla;
yo las presiento a la intemperie,
en el espejo mismo del despojo.

Ellas son en mis ritos cotidiano
gerundio y hueso vivo.

Me las espanta el vientre de este siglo,
las pantallas le ahorcan el pescuezo;
pero no pueden no,
nunca podrán lograrlo,
arrancarles de cuajo las raíces.

Ellas son el ombligo de mi ombligo,
las alas que supimos arañarnos.

Ellas son con la piel y junto al tuétano,
no podrán extirparlas de mi sangre.

LUCIANO ORTEGA

SÓLO SE QUE NO SE


Sólo se que no se,

pero siento mi piel besándose en el viento
-tajante en el segundo que transcurre-

Yo no se nada
ni podría afirmarlo,
ni refutar los cielos ni el infierno,

si es de siete o de nueve el firmamento,
ni de la quinta esencia ni otras norias.

Pero se del latido que estalla con mi sangre,
la magia de la gota en tanta lluvia,

y quedo mudo de locura y de sorpresa.

Mi sombrero no está
y sin embargo
yo llevo el universo en mi rodilla,
en mi retina el rayo y el relámpago.

He bebido la noche y sus galaxias,
he hundido mi sexo cuerpo adentro
y he sudado mi vida desde el útero.

Se que acaso hay un Cristo
que morirá conmigo en la cruz de la esquina,
una piedra en la espalda
vistiéndome los hombros de Sisifo.

Pero no puedo no,
negar el grito errante
-el obstinado grillo en los jardines-

A mi ombligo tampoco he de negarlo nunca,
aunque muera conmigo en el intento.

Yo también soy mi axila y los instantes,
el turbio eco de las brumas,
el sol que seguirá brillando aun cuando mi gato,
al igual que mi sombra, se haya ido.

Yo no puedo afirmar ni decir que conozco,
pero estoy en la vida
y me empapo con ella.

Hoy no puedo negar lo que respiro,
este asombro fugaz que me emborracha,
ni mi aliento,
ni el humo en la ventana,
ni tu boca y la mía
poblándose en el beso.

LUCIANO ORTEGA

Y LA VIDA


Y la vida,
siempre la vida,
siempre.

Esa zorra quemante,
escurridiza,

apasionada hasta el delirio.

Instintiva mujer que me provoca,
que me ofrece su boca y me devora,
que me abraza en el fuego de sus senos,
que me interna en su vientre y en sus curvas,
que me incendia por hoy y no se sabe,
que siempre es un instante que se agota.

Esa mujer que me llama y me confunde,
que me hunde y me eleva como quiere,
y si quiero -pero quiero-

Esa mujer que está loca sin atar
y de atar sin domar,
sin dominar y sin dios
-pero sin diablo-
sin ángeles ni rezos,
despojada de mitos y morales

-siendo sólo torrente que chorrea,
imposible de encuadrar ni encasillarla-

Esa mujer que no es mía y no es de nadie,
que es de siempre -pero no para siempre-
que nunca se me entrega definitivamente.

-que no podrá nadie fusilarla entera-

Y sin embargo
suele caérseme hasta el piso
y borrarme la sombra del ombligo
y eclipsarme las lunas
y apagarme los soles
y volver a matarme.

Y cuando menos lo sospecho;

volver a resucitarme
como si nunca antes hubiera acontecido.

LUCIANO ORTEGA

MI CORAZÓN ES DE HUMO


Mi corazón es de humo
como todos mis huesos;
es de humo el espanto y el cuchillo,
como de humo es la piedra y el relincho.

El humo se me escapa de los dedos
como el agua y el tiempo.

La vida toda,
la costilla asesina
y sus poderes,
son de un humo completo y tenebroso.

La tiniebla es de humo,
la corona del jefe
-tan atada a su cetro-
el flash y su locura,
toda su fama entera
con su cuenta bancaria,
son de humo, sólo humo,
desvanecido humo que se evade.

El látigo, la tortura,
el que acumula en su arca,
el despojado,
los dos enamorados son de humo

-nuestro paso es de humo pasajero-

Nada se ata a los costados, nada,
todo se mueve todo
en nebulosa.

La forma es una nube
bailando en el cuadrante.

El segundo no espera
ni se esconde,
el segundo es un potro hacia adelante,
ineluctablemente
hacia adelante.

Es que no hay retroceso en la humareda,

El muerto de la esquina
no vuelve al desayuno ni a la cama,
ni la mesa hacia el árbol,
ni la pluma hacia el pájaro.

El poeta y su verso son de humo,
las cárceles odiosas,
el huérfano y el viejo,
ese pan amasado
es de humo y nos huele,
y nos duele la sangre que aun nos late.


El dolor es de humo
como la risa cómplice.

Este poema que me nace en el pecho
es de humo también como mi pecho,

como el agobio y el absurdo,
como el día que toca y sus hechizos,
como el sello del juez
y el formulario hosco,
como el aquí y ahora
que pretenden guardar.

Vos y yo,
tu cintura y mi brazo,
el vientre con el hijo,
todo es humo difuso.

La valija es de humo y el camino.

Del humo vengo
y al humo voy,
pasando por el humo.

La manzana es de humo
y la serpiente.

La boca perseguida para el beso
es de humo,
los dientes y la lengua.

La memoria es de humo,
como el olvido mismo.

Pero el gesto y el humo
siguen siendo la senda.

LUCIANO ORTEGA

LLEGARÁS UN DÍA

Y llegarás un día
con tu bicicleta suave,
con tu potente grito pequeño.

Llegarás con todas las hortensias,
con el río de sangre acumulado,
sorteando el péndulo feroz.

Impecable,
como tu intento,

chocando a veces
contra viejas paredes.

Insólita,

con todo tu cabello;
desfachatadamente,
prendida al porvenir de tu presente.

Yo te aguardo,
atento al día,

sigo esperando tu retorno,
indescifrable corazón del universo.


LUCIANO ORTEGA

UN TRUEQUE O VICEVERSA

Cambio ladrillo por paisaje,

cadenas por barquitos de papel.

Cambio beso por beso,

abrazo por abrazo o viceversa

-que suele ser lo mismo-

Sin embargo

vale la pena el trueque,

el transito y el trance...

Cambio dogma conocido

por quimera a conocer,

lo cambio adentro mío

y con los otros.

Cambio

los golpes a mi cabeza en flores,

la ira del monstruo

en un fantoche de cartón corrugado,

la piedra en caricia,

el arena en agua,

el camino en plumas y en raíces,

en espiral que viaja o vuelve

o que se queda o parte.

Cambio dudas por dudas,

certezas por verdades mutantes,

el miedo

por una aventura,

la seguridad

por una chalupa enclenque,

el mar por una gota,

la ausencia por la nada,

el abrigo por la sangre,

el formulario

por la intemperie,

el sello por el intento,

el bozal por un relámpago,

el mapa por mi astucia,

la moneda por el trabajo,

un pan por otro pan,

lo útil por lo inútil,

mi caja registradora

por un rayo de sol,

un pedal apolillado

por la luna creciente.

Cambio la forma

de mirar las formas.

Cambio porque todo cambia

y aunque parezca el punto,

sin embargo se mueve...

LUCIANO ORTEGA