jueves, 18 de junio de 2009

YO PIDO LA PALABRA


Yo pido la palabra.
Sí, yo pido la palabra y el abrigo.
Yo pido la palabra, porque,
si me quedase sordo y tuviese amparo,
igual tendría la palabra
por el puente tendido en los labios de otros,
como un beso vital en mi conciencia.
Y si después de esto
yo me quedase ciego para siempre,
ya tendría la palabra y la visión sutil del universo.
Y si incluso, también quedase mudo,
ya tendría la palabra encerrada en mi plexo
y entre manos,
la caricia posible que habla desde el gesto.

Cuando me muera, entonces,
o me quede sin piernas y sin brazos,
con la boca cerrada y sin los ojos,
quedará en la memoria mi palabra,
repartida en los pechos y en el viento.

LUCIANO ORTEGA

DE PAN Y SILBO


Era triste el poeta en su porfía,
el pan no compartido le dolía

-el amasado pan mañana tras mañana-.

El tenía en la mesa un pan completo
y la impotencia
de un hambre planetario
y absurdo.

Pero un día comprendió su poderío:
transformar su propio pan en silbo.

LUCIANO ORTEGA

A NOSOTROS LOS POETAS


A nosotros los poetas nos duelen los fantasmas; podemos, por ejemplo, percibir cuando un beso se quiebra, que al igual que un cristalito es imposible restaurar.
Somos osados y trémulos, vulnerables por las cuatro costillas, y, tan sólo, enfrentamos el mundo con biromes y teclas, o un abrazo incendiado de palomas y silbos. Tímidos hasta el tuétano intentamos la lucha cotidiana en fábricas y patios, en alcobas y puentes, en aulas y pasillos, apenas sostenidos por la sombra de un pelo.
Desde niños lloramos por todos los rincones, con lágrimas tensas y pesadas, porque el día nos acuchilla el cuerpo y el corazón nos late a contrapecho, a contramarcha, destemplado de sístoles y diástoles, porque el mundo nos cuesta y conmociona, y no nos gusta el hambre ni la tosca navaja, ni el ominoso espanto ausente de caricias.
También, solemos despabilar la risa en los inviernos y cubrirla de leños y porfías, teñirla con asombros y quimeras, con escotes y bailes, con brumas y ventanas, con dudas y sospechas, con poros en la espalda y hendijas en el muro.
Valoramos el hueco de una taza, a la noche en toda su extensión y, a veces, hasta nos morimos de viejos o de pena.
No estamos aptos para la guerra ni para ser funcionarios municipales, somos sospechosos de todo cargo y toda duda, siempre nos cabe la duda y un lugarcito para lo imposible, para la intemperie y para las cornisas.
A cada rato nos acecha un abismo y un fuelle nos respira salvándonos del pánico, del dogo y las promesas.
A nosotros los poetas, segundo tras segundo, la vida nos lastima -al igual que la muerte- pero nunca nunca nos pasará de largo.

LUCIANO ORTEGA

COMO LAS FLORES


Yo se que moriré como las flores
y como ellas mi perfume doy,
un perfume de hoy que se evapora

-que será noche,
aunque en el ya sea la aurora-

Por eso vivo a pleno
este segundo ahora,

sin esperar mañanas ni venturas,
ni otras vidas allende el cielo.

Yo vivo aquí pegado al suelo,
raíz de silbo y pies errantes,
cada momento,
piel tajante;

instante por instante,
hasta el último aliento que me quede.

LUCIANO ORTEGA

OJALÁ


Ojalá en mi canto
no haya la arrogancia.

Ojalá en mi canto
tan sólo la sustancia

-el orgullo de ser con el ombligo,
tan sólo con la piel y el sueño-

Sólo asentir el día con toda la retina
y con la sangre entera,
con el ahora puesto palmo a palmo

-y simplemente con el abrazo y tu mirada-

arriesgando en el vientre el hijo nuestro,
caminando de a dos por el segundo.

Ojalá,
y lo digo con firmeza,

mi canto siga siendo
sólo el simple reflejo
de aquello en lo que habito.

LUCIANO ORTEGA

HAY UN HUECO EN EL HUECO


Hay cajones oscuros repletos de poemas
que nunca nadie leerá jamás.

Hay bocas no besadas
y abrazos fusilados sin nacer.

Hay valijas que no viajan,
semillas sin tierra,
sed sin agua
y agua sin sed.

Hay camas vacías,
vacíos con cama,
camas de a uno sin dos,
camas de a dos y abismos,
y dos
sin un colchón siquiera.

Hay intentos no intentados ni tanteos.

Hay ausencias sin la nada ni el todo,
un rostro sin espejo
y un espejo sin rostro;

un paso sin camino
y una gota en el mar
que se ha perdido.

LUCIANO ORTEGA

REPARTIDO EN ORILLAS


Repartido en orillas y porfías
dios insinúa su ansia de ligarse,
de encarnarse y volverse la sangre necesaria.

Es mentira que dios no tiene sexo,
como es mentira también el que haya muerto.

Es posible que aun no haya nacido
y que nunca lo logremos parir.

Sin embargo
hay quienes lo atisban en la bruma,
hay quienes lo han fumado
y en el humo lo miran asomarse,
hay quienes lo han tocado y olvidado,
hay quienes lo han soñado y avisoran.

Él pugna por olerse entre nosotros
y hasta quizás lo oímos en sordina.

El diablo en su sordera lo desplaza
y habilita demonios tenebrosos
que abortan el intento y lo deshacen.

Pero dios nos espera,
siempre espera sin los brazos cruzados
y el pecho disponible.

El ojo de mi gata y el misterio
son testigos fugaces de ese anhelo.

LUCIANO ORTEGA

HOY ME DIGO AL ESPEJO


Puede que el día te de un puntazo en la espalda,
pude que te devuelva billeteras perdidas.

Es posible que acaso te tuerza los espejos
o te dibuje un rostro como el arroyo quieto.

Un día como este tal vez te nazca el hijo
o se muera en la esquina un sueño acariciado,
ese tozudo anhelo que llevabas al hombro.

La humanidad entera es lo que es y avanza,
con sus dioses a cuestas,
con miedos y porfías,
con ese su destino de campear el instante,
atinando a la muerte o a promover la vida,
intentando en los siglos pararse en sus dos piernas,
pararse entre cadáveres y besos conquistados,
pararse con el canto brotado entre rendijas
y que se eleva al viento,
apuntando a la estrella.

(Un canto que se hunde con su raíz al piso
y baila en tu cintura,
sorteando las polillas y el oxido del tiempo)

Lo cierto es que este día que toca es todo tuyo,
más allá de la suerte que corra en la baraja.

LUCIANO ORTEGA

SOMOS PLANETA


Somos planeta que se sueña,
La parte de la tierra que camina y respira,
materia que se piensa a si misma,

que gira bajo el sol,
que siembra y que cosecha a trece lunas llenas,
que deshace en las noches su cansancio
remendando vigilias y quimeras.

Somos conciencia que transita,
que ha imitado del pájaro su vuelo,
de la raíz su intento de quedarse,

que se ata al destino con su ombligo de humo,
que insiste en cada hijo
con gritos de penumbra y de ceguera,

que ensueña amaneceres
con gallos y porfías.

que sabe entre tinieblas
que a pesar del espanto y de la dicha,
del asombro y la queja,

habrá de partir como las sombras

y otra vez ser el polvo,
igual que las estrellas.

LUCIANO ORTEGA

EL RELOJERO


El relojero no detiene el tiempo,
él es parte del tiempo que persigue,
lo encasilla en sus redes de segundos,
le pone un redondel de noria,
de engranajes y encrucijadas.

Encadena la siembra y las porfías,
señala las cosechas y el agobio,
cuenta uno por uno los abortos y partos.

Se obsesiona en atrapar la nube.
frunce el ceño en el intento.

Y sólo logra -ineluctablemente-
cronometrar la arruga rumbo al polvo.

LUCIANO ORTEGA