sábado, 13 de junio de 2009

SI SE ME CAE UN DIENTE


Si se me cae un diente, un pelo,
o un beso y se hace añicos en el suelo del tiempo,
si la arruga me crece
y hay cicatrices lentas que conforman mis mapas,
apenas me sostengo en mi propia retina
cargadita de huellas y misterios.

Yo no pretendo un bloque,
ni sólidas consignas para armarme un espejo;

quiero cerrar los ojos y mirarme por dentro
con poros en el tímpano,
con trizadas señales
y hendijas con orillas.

Sospecho que el camino es hondo
y a pesar de la duda con la que bailo a tientas,
he logrado nombrar a un dios agujereado,
tan trémulo y difuso como mis propios huesos;

con él ando a los tumbos,
festejando este ciclo en el que toca el día;
con él habré de irme por la lluvia y la tarde,

sólo será un perfume
y un canto boca a boca.

LUCIANO ORTEGA

A PLENO LABERINTO


No lloro por mi mismo.

Lloro por la quimera,
por el beso extraviado en la contienda.

Me ha rodeado la muerte en una esquina
y me extirpa el oxigeno con su lengua de hielo.

La llama de una vela
se esconde entre mis huesos
y aun mi sangre protege ese tesoro
-una simple llamita en la tiniebla-

El laberinto es largo y es angosto
y queda mucho trecho en los pasillos.

Adelante o atrás,
¿cual es la senda?,
¿qué espejo es verdadero
y cuál mi rostro?

Con quienes caminaba arriaron sus banderas
y buitres ponzoñosos
me apuntan hacia el pecho.

Mi llama está cercada
y aun me pertenece.

¿Cómo será el camino si se apaga?

La tiniebla sin ojos es oscura
y con ojos también,
pero hay retina.

De pronto un reflector
me pega en el cerebro
y encandila mi esperma cegándole su fuego.

¿Cómo vendrá la cosa?

No puedo descifrarlo,
sólo se que hay un círculo
en donde giro y giro...

LUCIANO ORTEGA

RESUCITANDO


Yo no me muero no,
porque hay un canto adentro de mis huesos.

Yo ya he sido parido por los vientos.

Tengo un cántaro abierto repleto de semillas
y el fuego de mi sangre
me protege en la herida,
la cicatriz de barro me hace pisar el piso
y hundirme en las raíces
hasta engendrar la entraña.

Por eso
en este hueco que habito con la tarde
festejo la porfía de transpirarme adentro,
de sacar a la vida el grito que me ahoga,
de abrir los parietales con oreja y racimo,
de buscarme un espacio para danzar mi lluvia,
para empapar la noche,
para abrazar tu cuerpo intenso en recovecos,
para hundirme en tu vientre
y estallar en océano.

Yo empollo con mi gesto la lumbre y la mañana
y entre tus piernas busco el nido de mis besos.

El ala de mi pecho y el ala de tus senos
amamantan un vuelo a parir con el tiempo.

Yo busco en tu cintura la sangre de mi cántaro,
un tajo que penetre al fondo del cuchillo,
un rito en el silencio que me salve del pánico,
que me enrede en los hijos,
que vuelva a rescatarme en tu lengua de fuego.

Yo busco ser mi cuerpo adentro de tu cuerpo,
ser una misma sombra en medio del incendio.

Yo busco ser rodilla en tu rodilla,
ser baile en el asombro,
ser un giro completo
que me convierta en riesgo,
que me pierda en tus labios y así nos resucite,
nos reintegre a lo vivo.

Y aunque nos acribillen en una esquina tensa,
seremos lo vivido y el eco de los vientos.

LUCIANO ORTEGA

DESDE EL PATIO


Cuando me duele el alma
y me hacen una herida,
al mundo se la hacen.

Cuando matan mi silbo a plena madrugada,
asesinan el silbo del planeta.

Cada vez que mutilan a un niño en la vereda,
es a mi que me trizan y me tuercen el ánimo.

Con cada desamparo me despueblan
y abortan el ombligo en baldíos sin madre.

Soy huérfano asolado en la cuna sin casa,
en las cárceles tiesas,
en el loquero tenso con paredes roídas.

Por eso es que entre llagas
vuelvo a salir al patio,
a buscar en el baile una guitarra abierta,
una cuerda a los vientos,
tu boca con el beso
y los hijos jugando.

Porque vale la pena este parto chiquito,
este paso contiguo,
este apenas nosotros apostando al abrigo,
defendiendo la sombra que hacemos en el piso.

Porque me duele el mundo
y también la rodilla,
y porque soy dichoso
con el hombro y el pecho.

Hoy levanto lo propio
y custodio mi risa,
con lágrimas y vísceras;

y salgo al nuevo día
con redondez de vientre.

LUCIANO ORTEGA

MIENTRAS DUERMES Y ESCRIBO


No puedo descifrar
el por qué de la bruma y la distancia,
su riesgo permanente
y el beso no parido aquí en el cuerpo.

Pero se que tu duermes
en la cama de a dos que construimos
y que junto a la tarde
se desgasta entre sombras su madero,
que el sol sigue en lo alto,
arriba de las nubes,
más allá de montañas y de lunas.

Pero aquí en la vereda el tiempo crea arrugas,
pone mustias las flores
y juega en la semilla a parir nuevos ritos.

Nuestro gato maúlla sin perturbar tu sueño.

Habrás de despertarte
y yo por la cocina intentaré un café.

De todos modos
no bastará el posillo para volverse eternos.

¿Quién habrá de partir,
el tiempo o nuestro cuerpo?

No es posible en la foto quedarse detenidos,
a pesar de los gestos
y algún rasgo fugaz como grafiti.

Pero igual este rito de escribir mis porfías
y tu sueño en la pieza,
no deja de apretarnos el ombligo
y abrirnos a la fiesta del instante.

No se por qué yo escribo,
ni por qué tu descanso,
ni por qué despertarse del hechizo.

Pero el pájaro trina
en el árbol de enfrente
y el gato sigue errando
por el patio y la tarde.

LUCIANO ORTEGA

COMO RECIÉN NACIDOS


Yo no se si estaremos
despojados y abiertos como el silbo,
si habremos de parir
sin que el mar se trague nuestros besos.

La noche
aun es tensa como puma en la niebla
y hay voces de sabuesos
olisqueando la espalda.

El hilo es muy sutil
y tal vez se nos quiebre,
y el rincón de la ausencia
nos ahorque el aliento.

Hay brechas y tijeras
y segundos que caen como lluvia en la tarde.

Habrá que detenernos un instante
y tocarnos la sangre
y aquietarnos el alma
y mirar para adentro como recién nacidos.

Habrá que comprendernos
-protegernos la sombra-
e intentar la mañana

-la que brinda el ahora,
y por ahora-

y remendar rodillas y camisas,
limpiar el porvenir enlutecido,
las cosquillas del patio y el ropero;
y seguir caminando por los pies y los días.

Tal vez la dura noche se coma nuestro intento,
o tal vez nosotros nos comamos el gesto,
o quizás se alimente nuestra piel de infinito.

Tan sólo es lo que es
y nosotros y el todo,
y en el todo la nada
jugando con sus ecos.

Es así de porosa la vida que transita.

Habrá que continuar este sendero
aceptando el latido que acontece.

Porque la vida misma no es respuesta,
sino una gran pregunta
abierta aquí en el tiempo.

LUCIANO ORTEGA

A LO LARGO DEL TIEMPO


A lo largo de los años habrá de sucederte alguna vez un grano, una duda, un espejo, el estrés de una vaca, la muerte de tu perra, el descrédito.
Habrá de sucederte a cada paso, te sucedió, te sucede el instante, un ladrido a la luna, la espera, un hechizo, una pena, el lomo de tu gato, un dolor repentino, la desesperación, el examen, un ronquido, la vigilia, el insomnio, el ensueño, algunos desengaños, la risa y la osadía, el repudio, una puta, un puto, una puteada, un escándalo, el sol, una teta con su pezón lechoso, los pájaros, el lobo agazapado, un diploma, una fuga, un corral con el agua hasta el pecho, el olor de la menta, las mentas y la estafa, una escupida que caerá del cielo, el callejón sin salida, la lluvia, el llanto, la falta de un tornillo, una carga que sobra, la zozobra, el espasmo, la tos y el estornudo, una hamaca, los patios, el orgasmo y muchas abstinencias, el beso, el bofetón, los desengaños, el páramo, la meta, un pozo, una posada, la cortada de rostro, las echadas en cara, tu cara en el azogue y la soga en el cuello, la compra de un buzón, las culpas y las ramblas, la pérdida de un punto, el encuentro del pánico, un abrazo, los palos en la rueda, la ronda y los enredos, un aula, los velorios, el salto de la cerca, los cercos, el andén, las celdas y los puertos, la intemperie, las rejas, una balsa, la patada en el culo, los bozales, las cárceles internas, la fisura en el tórax, la hendija, el destiempo, lo fugaz, la fogata, la rodilla, las fugas, una aguada, el recodo, los codos, el recreo, una lucha feroz espalda con espalda, el desempleo, las cumplidas de horario, el desamparo, la soledad pasmosa y el absurdo, los parques, el semáforo en rojo, la luz verde, la delación, las colas, el hall de un hospital y los quirófanos, un desierto, un prostíbulo, las moscas, los platos compartidos, el hambre, la tristeza, el humor, la mala sangre, la sobada de lomo, la mala leche y el arroz con pollo, las chupadas de media, el nudo en el ombligo, la movida de piso, el aplauso, el silbido, un pequeño milagro, una tregua, un puente, la terapia intensiva y alguna maravilla.
Habrá de sucederte, ineluctablemente, la vida con la muerte.

LUCIANO ORTEGA

ABRIL DEL 76


Antes de llegar lo se.

Gracias por tu hospedaje,
por la cama caliente,
por el trozo de pan,
por el mimo en la espalda.

Debo irme o te irás,
todo tiene un ciclo
-también yo-

No puedo hacer un nido
donde no entre el tiempo.

No puedo llevarte de la mano
por una calle azul.

Estoy gritando en un infierno sordo.

La lluvia sigue mojando nuestro rostro,
somos cómplices del día,
los árboles aún brotan
y eso es bueno.

No quiero que mi hijo
nazca en la probeta de un siglo
sin pasto ni caballo.

No quiero nichos para dormir la muerte,
vivir para ser un número cualquiera
que justifique la foto.

¿Soy acaso una existencia
apuntada a boca de fusil quemante,
bajo las órdenes de uno que está más triste que yo,
que eligió de ex profeso ser el guardián de una cárcel
que él también habita,
con gris en las pupilas,
con lágrimas secas,
porque está prohibido llorar,
comer duraznos priscos,
respirar muy fuerte?

¿A dónde estás?
¿Por qué te esconden el pelo?

No tengo para darte un mundo
sin cadenas ni llaves,
pero aún tienes sangre,
aún no pueden secarme la saliva.

Si viene el guardia
no digas nada.

Aún no has muerto,
ni yo tampoco.

LUCIANO ORTEGA

A TIEMPO


Vuelvo a mi mocasín adolescente,
a mi cama de a uno,
a la mesa compartida,
a la ropa sin ropero,
al viaje sin rumbo fijo,
a la poesía por todos los costados,
a la sarta de locos
y embriagueces,
a los amaneceres destilados,
a largas correrías por el silbo,
a un espejo sin vueltas
cara a cara.

Lo traigo hasta el ahora
sin concesión alguna,
a enfrentar esta muerte de palomas,
esta cerca plomiza y despiadada,
este cáncer feroz que roe todo,
esta mano trizada,
este pecho cortado a cielo abierto,
este viejo vampiro
que se come las vísceras.

Y me paro en mi sombra
con mi paso presente,
a poblar mis futuros
con todos mis pasados.

LUCIANO ORTEGA

LAS BUENAS COSTUMBRES


Un día
nos arrancaron los ojos,
otro
nos extirparon las orejas;
luego,
nos comieron el hígado,
después las vísceras;

y por último
nuestro único corazón.

Y cierto día, incluso,
nosotros mismos
nos arrancamos la lengua de la boca
y se la ofrecimos en bandeja;

ya que esto formaba parte
de las buenas costumbres de la época.

LUCIANO ORTEGA

A LAS PUERTAS DEL 2000


He visto al cuchillo
cortando la carótida del prójimo,
a pantallas letales premiando la miseria,
a feroces mandíbulas
tikando las cajeras de los supermercados,

a los cristos caerse de las cruces
y a la vergüenza huir despavorida,

a niños sin orejas nacidos de probetas,
a vírgenes histéricas salvándose del sida,

a economistas ciegos
ametrallando al silbo,
fusilando al abrazo,
apuntando a los ojos con tarjetas de pánico,

a un cielo acribillado de satélite y plástico.

Y ante tanto teclado
y desamparo óseo,
la sombra de lo humano
custodiando una vela.

LUCIANO ORTEGA

SI ASESINO AL ASESINO


Si asesino
al asesino que asesinó mi silbo,
dejaré de silbar para matarlo.

Aun más,
si logro concretarlo,
habrá un nuevo asesino
que intentará extirpar
mi silbo resucitado.

Y si consigo todavía
matar a este asesino,
habrán otros y otros,
porfiados en el gesto
de mutilar mi rito.

Por eso es que no acepto
el fusil que me ofreces.

Yo prefiero ir silbando
sin armas por la vida.

LUCIANO ORTEGA

HOY MI LUNA ESTÁ CARGADA


Hoy mi luna está cargada de gatillos,
habrá que dispararla a pleno pecho,
a pura boca.

Mi luna es un gatillo con besos y porfías.

La llenaron de pólvora hasta la coronilla,
cuesta pisarla entonces,
hay minas a explotar diseminadas.
Pero a pesar de todo, yo insisto con mi boca.

No hay una bala en boca sino un beso,
un hueso a disparar hasta el abrazo.

¿Quién alambró mi luna
y la cargó de dientes con feroces mandíbulas?

No es un fortín mi luna,
sin embargo hay fusiles y cañones,
tenebrosos y tensos como pumas fantasmas.

Y ahora mi pregunta:
¿Qué guerra ganaremos con la pólvora,
acechando con palos las cabezas?

No habrá risa posible fuera del baile abierto,
del corazón al cielo con lluvias y utopías.

Esa será entonces mi quimera,
remendada, cosida a retazos,
cocinada en el horno de ciertos precipicios,
a penas por un pelo y los abismos.

Una pluma tan sólo desde mi luna intento,
aunque explote en mi mano el cargamento.

LUCIANO ORTEGA

GUERRA ANÓNIMA


Hay una guerra anónima conmigo,
sin tanques ni misiles,
sin guardias aparentes coartando mi saliva.

No hay alambres visibles,
ni cables, ni cadenas,
ni desaparecidos,
ni gendarmes pidiendo pasaporte.

Sin embargo la guerra ha comenzado
-no ahora exactamente-
hace un tiempo a esta parte que lo noto,
que percibo el despojo solapado,
la derrota inminente,
el desmoronamiento de mi trinchera interna;
mas todo está aceitado como si nada sucediera.

Simplemente no hay camino en mis pies,
me han roto los espejos
y bloqueado los puentes.

Sólo el piso me falta,
sólo eso,
el punto en que me apoyo,
los abrigos.

el otro me han quitado
-el otro en complemento-

Me han saqueado el micrófono y el patio,
la tabla de la escena,
el rincón de mi grito en remolino,
el aula y el discípulo,

y casi logran matarme adentro mío.

Pero aun yo resisto en mi quimera
y sigo relinchando entre mis sueños,
en la vigilia silbo y mis atajos,
sin público y conmigo,
pariendo entre las rocas y el cemento.

Estoy en guerra
y sin embargo bailo.

Esta batalla mía
-sin aliado aparente-
está rodeada de aislamiento aislado;
pero sospecho,
en la médula misma de la contienda,
que aunque todos nos comamos entre todos,
esto que está pasando aquí conmigo,
le pasa a mi vecino y mi pariente.

Y ante estos sucesos se me ocurre
tan sólo deshilvanar un canto
e hilvanarme en la risa codo a codo.

Sin descuidarme, claro;
estamos,
estoy en guerra,
una batalla atroz
que pareciera agarrárselas conmigo.

Pero a mi no me engañan;
la cosa es con nosotros.

LUCIANAO ORTEGA

POR ELLA LA ESPERANZA


Por ella la esperanza
es que intento rincones para el parto,
ofreciendo la gota de mi lágrima,
mis huesos y mi esperma,
mi grito a la intemperie;
arriesgando mi techo y mi relincho,
abriendo trizaduras y rendijas
en medio de la noche.

Por ella la esperanza
-es que persisto-
que empiezo a construirla desde el pozo,
desde la derrota y la quimera,
sin falsearme los ojos
ni inventarme la trampa
-aceptando el recodo en que me toca el canto-
desde el límite mismo y los barrotes,
desde el cerrojo y el bozal,
desde el campo minado y obstruido,
con el cuerpo desnudo y lastimado,
con la herida en el plexo y hasta el tajo,
con cada cicatriz de lo vivido.

Por ella la esperanza,
sin esperar ya más
salgo a su encuentro.

LUCIANO ORTEGA

ELLAS ESTÁN ALLÍ


Las musas acompañan este baile que habito.

Me amparan entre brumas y porfías,
y siguen al acecho aunque me caiga,
aunque me pierda,
aunque me tricen los espejos
y haya un golpe bien seco aquí en la nuca,
o mezquinen rincones para el canto en mi silbo.

Ellas están allí
protegiendo en la espera,
danzando en su silencio y con su abrigo,
resucitándome entre asombros y pánicos.

Ellas están allí
besándome en la boca.

Y aunque
se desvanezcan en cada pesadilla;
yo las presiento a la intemperie,
en el espejo mismo del despojo.

Ellas son en mis ritos cotidiano
gerundio y hueso vivo.

Me las espanta el vientre de este siglo,
las pantallas le ahorcan el pescuezo;
pero no pueden no,
nunca podrán lograrlo,
arrancarles de cuajo las raíces.

Ellas son el ombligo de mi ombligo,
las alas que supimos arañarnos.

Ellas son con la piel y junto al tuétano,
no podrán extirparlas de mi sangre.

LUCIANO ORTEGA

SÓLO SE QUE NO SE


Sólo se que no se,

pero siento mi piel besándose en el viento
-tajante en el segundo que transcurre-

Yo no se nada
ni podría afirmarlo,
ni refutar los cielos ni el infierno,

si es de siete o de nueve el firmamento,
ni de la quinta esencia ni otras norias.

Pero se del latido que estalla con mi sangre,
la magia de la gota en tanta lluvia,

y quedo mudo de locura y de sorpresa.

Mi sombrero no está
y sin embargo
yo llevo el universo en mi rodilla,
en mi retina el rayo y el relámpago.

He bebido la noche y sus galaxias,
he hundido mi sexo cuerpo adentro
y he sudado mi vida desde el útero.

Se que acaso hay un Cristo
que morirá conmigo en la cruz de la esquina,
una piedra en la espalda
vistiéndome los hombros de Sisifo.

Pero no puedo no,
negar el grito errante
-el obstinado grillo en los jardines-

A mi ombligo tampoco he de negarlo nunca,
aunque muera conmigo en el intento.

Yo también soy mi axila y los instantes,
el turbio eco de las brumas,
el sol que seguirá brillando aun cuando mi gato,
al igual que mi sombra, se haya ido.

Yo no puedo afirmar ni decir que conozco,
pero estoy en la vida
y me empapo con ella.

Hoy no puedo negar lo que respiro,
este asombro fugaz que me emborracha,
ni mi aliento,
ni el humo en la ventana,
ni tu boca y la mía
poblándose en el beso.

LUCIANO ORTEGA

Y LA VIDA


Y la vida,
siempre la vida,
siempre.

Esa zorra quemante,
escurridiza,

apasionada hasta el delirio.

Instintiva mujer que me provoca,
que me ofrece su boca y me devora,
que me abraza en el fuego de sus senos,
que me interna en su vientre y en sus curvas,
que me incendia por hoy y no se sabe,
que siempre es un instante que se agota.

Esa mujer que me llama y me confunde,
que me hunde y me eleva como quiere,
y si quiero -pero quiero-

Esa mujer que está loca sin atar
y de atar sin domar,
sin dominar y sin dios
-pero sin diablo-
sin ángeles ni rezos,
despojada de mitos y morales

-siendo sólo torrente que chorrea,
imposible de encuadrar ni encasillarla-

Esa mujer que no es mía y no es de nadie,
que es de siempre -pero no para siempre-
que nunca se me entrega definitivamente.

-que no podrá nadie fusilarla entera-

Y sin embargo
suele caérseme hasta el piso
y borrarme la sombra del ombligo
y eclipsarme las lunas
y apagarme los soles
y volver a matarme.

Y cuando menos lo sospecho;

volver a resucitarme
como si nunca antes hubiera acontecido.

LUCIANO ORTEGA

MI CORAZÓN ES DE HUMO


Mi corazón es de humo
como todos mis huesos;
es de humo el espanto y el cuchillo,
como de humo es la piedra y el relincho.

El humo se me escapa de los dedos
como el agua y el tiempo.

La vida toda,
la costilla asesina
y sus poderes,
son de un humo completo y tenebroso.

La tiniebla es de humo,
la corona del jefe
-tan atada a su cetro-
el flash y su locura,
toda su fama entera
con su cuenta bancaria,
son de humo, sólo humo,
desvanecido humo que se evade.

El látigo, la tortura,
el que acumula en su arca,
el despojado,
los dos enamorados son de humo

-nuestro paso es de humo pasajero-

Nada se ata a los costados, nada,
todo se mueve todo
en nebulosa.

La forma es una nube
bailando en el cuadrante.

El segundo no espera
ni se esconde,
el segundo es un potro hacia adelante,
ineluctablemente
hacia adelante.

Es que no hay retroceso en la humareda,

El muerto de la esquina
no vuelve al desayuno ni a la cama,
ni la mesa hacia el árbol,
ni la pluma hacia el pájaro.

El poeta y su verso son de humo,
las cárceles odiosas,
el huérfano y el viejo,
ese pan amasado
es de humo y nos huele,
y nos duele la sangre que aun nos late.


El dolor es de humo
como la risa cómplice.

Este poema que me nace en el pecho
es de humo también como mi pecho,

como el agobio y el absurdo,
como el día que toca y sus hechizos,
como el sello del juez
y el formulario hosco,
como el aquí y ahora
que pretenden guardar.

Vos y yo,
tu cintura y mi brazo,
el vientre con el hijo,
todo es humo difuso.

La valija es de humo y el camino.

Del humo vengo
y al humo voy,
pasando por el humo.

La manzana es de humo
y la serpiente.

La boca perseguida para el beso
es de humo,
los dientes y la lengua.

La memoria es de humo,
como el olvido mismo.

Pero el gesto y el humo
siguen siendo la senda.

LUCIANO ORTEGA

LLEGARÁS UN DÍA

Y llegarás un día
con tu bicicleta suave,
con tu potente grito pequeño.

Llegarás con todas las hortensias,
con el río de sangre acumulado,
sorteando el péndulo feroz.

Impecable,
como tu intento,

chocando a veces
contra viejas paredes.

Insólita,

con todo tu cabello;
desfachatadamente,
prendida al porvenir de tu presente.

Yo te aguardo,
atento al día,

sigo esperando tu retorno,
indescifrable corazón del universo.


LUCIANO ORTEGA

UN TRUEQUE O VICEVERSA

Cambio ladrillo por paisaje,

cadenas por barquitos de papel.

Cambio beso por beso,

abrazo por abrazo o viceversa

-que suele ser lo mismo-

Sin embargo

vale la pena el trueque,

el transito y el trance...

Cambio dogma conocido

por quimera a conocer,

lo cambio adentro mío

y con los otros.

Cambio

los golpes a mi cabeza en flores,

la ira del monstruo

en un fantoche de cartón corrugado,

la piedra en caricia,

el arena en agua,

el camino en plumas y en raíces,

en espiral que viaja o vuelve

o que se queda o parte.

Cambio dudas por dudas,

certezas por verdades mutantes,

el miedo

por una aventura,

la seguridad

por una chalupa enclenque,

el mar por una gota,

la ausencia por la nada,

el abrigo por la sangre,

el formulario

por la intemperie,

el sello por el intento,

el bozal por un relámpago,

el mapa por mi astucia,

la moneda por el trabajo,

un pan por otro pan,

lo útil por lo inútil,

mi caja registradora

por un rayo de sol,

un pedal apolillado

por la luna creciente.

Cambio la forma

de mirar las formas.

Cambio porque todo cambia

y aunque parezca el punto,

sin embargo se mueve...

LUCIANO ORTEGA

EL MUNDO

El mundo es una teta ancha,
es un palo seco en el pescuezo,
son dos alas quebradas,
es un fusil que apunta,
es una cruz y algunas puntas
-también es un regazo suelto-

Lo habitan
innumerables dioses,
o tres, o uno,
o ninguno.

Demasiados templos
y poco abrigo.

Cada vez más el mundo
se parece a un shopping,
pero aun hoy es la orilla,
el patio y la gramilla.

Es la raíz y es lo que abraza,
está hecho de olvidos y recuerdos,
de inmensas injusticias,
de partos que pretenden
y de entrar por el aro,
de carne de cañón
y muchas guerras.

El mundo es una gran frontera;
está lleno de banderas
-es también una quimera-

No sólo es de pan,
pero es la espiga.
Es una torta que se reparte poco;
es de unos pocos aunque sea de todos.

Es el universo
al derecho y al reverso,
por detrás y por debajo.

No es sólo una oficina,
ni sólo un formulario,
ni sólo es el horario,
ni el tren que llega a punto.

No sólo es la pantalla,
ni sólo es de neón.

El mundo es también
del tiempo de mi abuela.
Es tan atorrante como cualquier linyera.
El mundo es de arpillera,
de plástico y cristal.
El mundo es de latón,
también es la canción,
es de madera y sangre,
tiene venas y arterias.
El mundo anda en las ferias
y está en los hospitales.
El mundo va a la escuela
y a veces se mutila.

El mundo
también yira en las esquinas.

El mundo se arregla en un café,
en las veredas y el taller.
Al mundo le falta un tornillo
y no tiene fondo, igualito que un anillo.

El mundo es un gol de media cancha,
el mundo está en off side.
El mundo es la tribuna,
el podio, los pasillos;
el mundo es un pocillo,
un punto, el infinito.

El mundo está en el norte,
pero es también del sur.

Es de hormigón armado
y está armado hasta los dientes;
es de viento y de fuego,
es de hierro y de seda,
es de greda y de riesgos,
es de hollejo y acrílico,
es de cuarzo y fermenta,
es un vientre gigante,
es húmedo y difuso
-apenas es de humo y misterios-

El mundo tiene hambre
y algunos hacen dieta.

-no sólo es una gran moneda-

El mundo late y rueda
y se cuestiona
-puede morirse el mundo,
aunque parezca eterno-
Tiene sed de cariño
-el mundo se agota gota a gota-

El mundo se renueva,
se equivoca,
juega y ríe, llora y muerde.
El mundo es la comida
de los unos a los otros.
El mundo es de neuronas,
de nervio y de neurosis,
de virus y vacunas.

El mundo ronda, lucha, sueña;
se acuna en el parto cotidiano
reanudando su silbo,
su llanto y la porfía.
Gira que gira y gira
en su constante noria
de nacer y morirse,
de morirse y nacer.
Y a pesar de la bala y de la herida
el mundo cicatriza día a día,
bufa, patalea, se resiste
e intenta su fuga de planeta.

Suele ser un ciruja,
carga brujas y ensueños,
poetas y demonios,
a un ángel desahuciado,
gitanos, bandoneones,
y un poro al infinito.

El mundo es un desastre,
pero es nuestro y somos parte;
mejor dicho, somos el mundo.

Yo soy tu mundo y vos el mío.
Los hijos que nos nacen
son seres de este mundo
y todo lo que nos pasa
ya no es del otro mundo.
Nada es inmundo,
y al ir a lo profundo
todo es lo mismo.

El mundo es un abismo,
una loma,
es la mar.

El mundo es de los hombres
-también de las mujeres,
del gato y la cornisa-

Corre que corre y corre
en su tajante prisa,
trastabilla, se pisa,
a veces se detiene
a mirarse al espejo
-sin embargo se mueve-

Juguemos nuestro mundo
festejando la risa,
el baile, la baraja.

Y ante el choque presente
de un sálvese quien pueda;
tiremos por la borda
la culpa, el sufrimiento,
el aspaviento eterno
de ser el sacrificio,
el intersticio
y hasta los intestinos;
hagamos un destino
de humanos y planeta;
asumamos la teta,
el pan, el lecho.

Y que a lo hecho,
pecho.

LUCIANO ORTEGA

PARA HACERLO ENTRE TODOS

Si cada uno de nosotros

se hiciese cargo de su DON,

su primogénito DON,

y no lo dejase morir como la tarde,

ni apagarse ante el primer escollo,

ante la primera oferta

o el primer formulario encapsulado.

Si cada uno de nosotros

se amparara en lo lúdico,

se hiciese cargo de su sombra y su asombro,

y aceptase ese riesgo,

ingenuo riesgo de ser fiel a su anhelo,

a su propio anhelo emparentado

de jugar por la vida sin tajearse en el dogma.

Si fuésemos capaces

de sostener el silbo,

nuestro propio silbo enmarañado,

brotado en la garganta

con la sangre primera.

Si insistiéramos en perseguir el beso,

aquel beso no dado,

y que nos da memoria de no haberlo besado,

memoria de la boca que aun tenemos.

Si fuésemos capaces de asumir nuestra boca

y nuestra lengua,

de hacernos cargo de la saliva nuestra.

Si cada uno

intentara ser él mismo

con la mañana nueva.

Si al despertar

no renunciáramos al gesto,

al simple gesto que nos mantiene erguidos,

que da sentido al segundero del tiempo,

a la nube que avanza

y al relincho del potro.

Si fuésemos capaces

de no ceder el rito

del pecho y la retina,

de cruzar con la piel y el instante.

Entonces cada uno,

a su modo,

y viviendo con el acá en los hombros,

seríamos la vida,

su misterio pujante.

Y en el mágico acto de estar siendo,

tal vez y sin buscarla,

porque sí y con el día,

brote la poesía,

la simple poesía cotidiana

de ser la vida viva,

con su sentido a cuestas

y un canto entre los huesos.

LUCIANO ORTEGA