sábado, 13 de junio de 2009

A PLENO LABERINTO


No lloro por mi mismo.

Lloro por la quimera,
por el beso extraviado en la contienda.

Me ha rodeado la muerte en una esquina
y me extirpa el oxigeno con su lengua de hielo.

La llama de una vela
se esconde entre mis huesos
y aun mi sangre protege ese tesoro
-una simple llamita en la tiniebla-

El laberinto es largo y es angosto
y queda mucho trecho en los pasillos.

Adelante o atrás,
¿cual es la senda?,
¿qué espejo es verdadero
y cuál mi rostro?

Con quienes caminaba arriaron sus banderas
y buitres ponzoñosos
me apuntan hacia el pecho.

Mi llama está cercada
y aun me pertenece.

¿Cómo será el camino si se apaga?

La tiniebla sin ojos es oscura
y con ojos también,
pero hay retina.

De pronto un reflector
me pega en el cerebro
y encandila mi esperma cegándole su fuego.

¿Cómo vendrá la cosa?

No puedo descifrarlo,
sólo se que hay un círculo
en donde giro y giro...

LUCIANO ORTEGA

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